La virtualidad como cambio de paradigma: nuevas exigencias en la educación contemporánea

El siglo XX supuso la consolidación de tendencias económicas, políticas y culturales que, en distinta medida, se habían apuntado en el mundo occidental desde el Renacimiento. La educación no ha permanecido ajena a esta transformación radical y, grosso modo, a lo largo del siglo asistimos a una reconceptualización de las relaciones entre los actores tradicionales de proceso educativo: el docente, el discente y el contexto de enseñanza-aprendizaje.

Fenómenos tales como la globalización y la aceleración en la producción y difusión de la información, complementarios entre sí, nos han situado en un punto en el que el valor tradicional de la educación debe ser reexaminado, no tanto por lo que hace a sus fines últimos, que considero estables en la historia, sino en lo referente a la necesidad de un cambio epistemológico y metodológico. Este cambio es necesario para que la educación no pierda de vista su esencial inserción en los mecanismos evolutivos de las sociedades, esto es, su imbricación transformadora.

 

El aprendizaje

La noción de “saber”, construida en torno a la especialización impuesta por las disciplinas desde finales del siglo XIX, ha cambiado hoy de estatus. El mundo interconectado exige una visión global e intercultural de los valores que debe promover la educación contemporánea. Estos valores han de tender cada vez más a la autonomía personal y el criticismo, la colaboración en la producción del conocimiento y el desarrollo de las capacidades necesarias para que el aprendizaje se produzca a lo largo de la vida y sea dirigido por el propio individuo.

Por su parte, el hecho central del proceso educativo, el aprendizaje, ha sido objeto de una revisión permanente desde la psicología, la sociología o la filosofía de la educación. Especialmente desde la primera, se han formulado diversos modelos que han intentado explicar los procesos de aprendizaje a partir de ópticas cada vez más holísticas e integradas. El desarrollo de estas teorías se ha producido en paralelo con la propia reflexión sobre la evolución de la sociedad, y la manera en que los individuos se integran en ella.

Resulta clásico establecer la evolución de las teorías que se ocupan del proceso de aprendizaje en un continuum que va desde el conductismo o behaviorismo hasta, en tiempos recientes, el conectivismo, teoría desarrollada sobre la idea de que los procesos de aprendizaje adquieren especificidades propias derivadas del soporte-contexto en el que tienen lugar: las redes sociales digitales (así, por ejemplo, el aprendizaje no residiría necesariamente en las personas, sino en objetos y artefactos digitales, tecnofactos). En este continuum evolutivo se situarían el cognitivismo, ligado a una interpretación del aprendizaje en términos de procesamiento de información y, de modo muy especial por el peso que ha tenido en las dos últimas décadas del siglo XX, y por la magnitud de sus variantes, el constructivismo.

 

De la presencialidad al e-learning

El marco en el que se producen hoy gran parte de los procesos de socialización es el representado por los entornos ricos en tecnología; por tanto, ha devenido imprescindible e inaplazable considerar las interacciones educativas como imbricadas y constituidas en gran medida por ellos. La necesidad de abordar las especificidades del aprendizaje basado en soportes y aplicaciones tecnológicas ha llevado a esclarecer cómo se reconfigura en estos entornos tanto la figura del docente como la del estudiante, esto es, cómo emergen el docente y el alumno virtuales en tanto actores centrales del proceso de enseñanza-aprendizaje.

El desplazamiento de la enseñanza a la virtualidad es, por el momento, la etapa final de un proceso que comenzó en el instante en que la enseñanza puramente presencial modificó una de sus variables convencionales: la copresencialidad física del docente y el discente. Este proceso está jalonado por hitos metodológicos e institucionales de radical importancia, como la expansión del concepto de enseñanza abierta y a distancia (EAaD) o la creación de las primeras universidades e instituciones que impartieron programas de estudios formales a distancia.

El simple hecho de introducir un delay espacio-temporal en la secuencia enseñanza-aprendizaje cuestionó por sí mismo los modelos transmisivos tradicionales. A su vez, y a pesar de la controversia sobre la existencia de auténticos marcos teoréticos para la EAaD, no cabe duda que la pedagogía no renunció a proponer un nuevo modelo definitorio del escenario educativo: nuevos roles del docente en línea, nuevas competencias metodológicas, nuevas capacidades y necesidades formativas en los alumnos virtuales y una nueva lógica de la relación contextual educativa, determinada por factores tan importantes como la sincronía/asincronía, la adaptación del aprendizaje al ritmo de los alumnos, el aprendizaje a lo largo de la vida, el relevo del profesor del centro del proceso educativo, su cambio de estatus funcional o la virtualización de las relaciones educativas (docente-alumno) y profesionales (entre docentes) en el marco de sus intituciones de referencia. En este sentido, con la aparición en la década de los 90 de las primeras ofertas de cursos universitarios en línea (Simon Fraser University Virtual-U, Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey, ITESM) y con la primera virtualización absoluta de una universidad, la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), la EAaD inicia la andadura hacia la aparición del modelo de docencia totalmente en línea, hoy integrado en nuestra conceptología cotidiana bajo el nombre de e-learning.

 

Nuevas competencias docentes en entornos virtuales

No es posible considerar las transformaciones en el aprendizaje y en los entornos tecnológicos en los que ahora tiene lugar sin atender muy especialemente a los cambios que sufre la figura del docente. Estas transformaciones afectan, naturalmente, a su rol en el proceso de enseñanza-aprendizaje, pero también al hecho, recientemente destacado, de que el docente construye en el desempeño de su labor una identidad profesional compleja, que no sólo involucra sus propias actuaciones, sino sus expectativas, su formación y su nexo con otras dimensiones del sistema educativo (la investigación, por ejemplo). El desarrollo de la identidad profesional docente, pues de esto es de lo que ser trata, adquiere también rasgos propios cuando la docencia tiene lugar totalmente en línea.

La EAaD primero, y el e-learning después, han acabado de corroborar la transformación del rol docente tradicional, que lo consideraba como un transmisor de contenidos y un depósito de saber incuestionable. En la figura del docente en línea confluyen características que tradicionalmente han sido asociadas a otras figuras, como el tutor, el mentor, o el trainer. Específicamente, en entornos tecnológicos se requieren nuevas competencias que son inseparables del hecho docente en sí: a la transmisión de contenidos debe acompañar ahora un conjunto de competencias de tipo comunicativo y otras de tipo instrumental-tecnológico, en las que es necesario profundizar a fin de elucidar los rasgos que identifican la actual docencia virtual.

 

La evaluación educativa en entornos tecnológicos

Si el aprendizaje es el núcleo central del hecho educativo, la evaluación es la manera de proporcionar evidencias sobre aquél, en un sentido amplio. En la formación virtual, que, a través de las interacciones síncronas –pero sobre todo asíncronas-, deja constancia también del proceso por el que se llega a producir un output o resultado, la evaluación adquiere una complejidad e importancia especiales.

De entrada, los medios y soportes, y las nuevas metodologías educativas transforman el sentido de la evaluación, que pasa a ser concebida de modo holístico -respondiendo así a la multidimensionalidad de los procesos educativos en línea-, y que tiene por objeto, no la mera calificación de outcomes, sino la producción de conocimiento retroalimentador, útil tanto para el evaluador como para el evaluado. Una investigación sobre el carácter de la evaluación en e-learning necesita explicitar las diferentes ópticas y agentes que pueden participar en este proceso evaluador, así como los criterios de referencia establecidos por organismos e instituciones internacionales (UNESCO, IBSTPI, EiFEL…) para determinar las competencias docentes a evaluar. Sin un marco de competencias sobre el que haya un acuerdo más o menos profundo, no podríamos determinar la validez ni las posibilidades de extrapolación de los resultados de la evaluación.

 

Modos de la virtualización educativa. El reto de las instituciones

El e-learning constituye, hasta el momento, el modelo de enseñanza-aprendizaje que responde de manera más nítida a las transformaciones descritas anterioremente. Una aproximación adecuada al concepto de e-learning debe contemplar en primer lugar la especificidad de la formación en línea pura, frente a otros modelos, como el modelo presencial o el modelo mixto, presencial-virtual, (blended learning). Además, tiene que atender también a la evolución de los soportes tecnológicos (constitución y evolución de los entornos ricos en tecnología, Personal Learning Environments, Personal Learning Networks, Collaborative Networks, redes sociales…) y a las implicaciones que la aceleración y proliferación de tecnología conlleva, por ejemplo, a la aparición de modelos de aprendizaje ubicuos, derivados de la miniaturización de los dispositivos, (mobile learning), la teorización, de intensidad creciente, en torno a cuestiones tales como el aprendizaje independiente, el aprendizaje informal, serendipítico, disruptivo, el conocimiento en red, etc.

Todos estos fenómenos delinean un panorama en continuo cambio, y al que las instituciones de educación superior deben adaptarse desarrollando programas de investigación y estrategias abiertas y flexibles. Posiblemente, de la mano de redes como las descritas llegue a consolidarse un modelo de intercambio y transferencia desde la educación formal hacia los individuos, los grupos y las organizaciones, dado que ése es el desideratum de una contexto social que ya no puede permitirse compartimentar y estancar el aprendizaje en el espacio y el tiempo.